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El ambiente que se vive en Nuevo León estos días es tóxico.

Tóxico por la protesta, que dañó propiedad pública del Palacio de Gobierno, contra el gobernador Jaime Rodríguez “El Bronco” por incumplir su promesa de campaña y mantener el cobro de tenencia.

Tóxico por la tormenta de amparos que se avecina ante el paquete fiscal que aprobó el Congreso del Estado, que contempla el incremento del predial, del Impuesto Sobre Adquisición de Inmuebles (ISAI) y del Impuesto Sobre Hospedaje.

Pero, sobre todo, tóxico porque en diciembre la mayoría de las estaciones del Sistema Integral de Monitoreo Ambiental (SIMA) han reportado mala calidad del aire en la zona metropolitana de Monterrey.

¿Cuál de estos hechos provoca el descontento de la parte más vocal de la ciudadanía?

Los hechos recientes sugieren que no es el aire contaminado a niveles intolerables, ni la corrupción, ni la inseguridad: lo que motiva al regio a manifestarse es que se metan con su bolsillo, pero en especial con su automóvil.

El enojo contra “El Bronco” es comprensible, pues él nunca debió prometer lo que no podía cumplir, y el mal estado de las finanzas públicas del estado no era un secreto para nadie.

Mas, precisamente porque nunca fue un secreto, también algunos ciudadanos pecaron de ingenuidad al creer esa promesa y suponer que el estado puede funcionar bajo estas condiciones sin esos recursos.

Los críticos alegan que es injusto que se cobre la tenencia mientras las vialidades, la seguridad pública, el transporte público y los servicios públicos en general no sean de “primer mundo”.

Y es eso lo que debemos exigir con más fuerza que nunca: que el Metro sea digno de una ciudad de vanguardia, que reparen la Ecovía, que las rutas del transporte público sean más y mejores, que la pavimentación sea de calidad y que los parques estén impecables.

Pero ante la realidad que afronta el estado, ¿cómo esperar mejores servicios si no hay dinero? ¿acaso los servicios de “primer mundo” no se derivan de mayor disponibilidad de recursos?

No voté por “El Bronco” ni apoyé a Fernando Elizondo, excandidato a gobernador y ahora titular de la Coordinación Ejecutiva de la Administración Pública del Estado.

Aun así, fue la anterior administración, la del exgobernador Rodrigo Medina, la que dejó a Nuevo León en estas deplorables circunstancias al cuadruplicar la deuda y dejarla en más de 106 mil millones de pesos.

Políticos y empresarios coinciden en que el Gobierno federal es injusto en el reparto de recursos a la entidad, lo que ha dejado en el abandono a proyectos como la Línea 3 del Metro y hasta el Festival Internacional de Cine (FIC) de Monterrey.

El gobernador asegura que de los 2 millones 200 mil carros que hay en la entidad, según la ley, sólo 500 mil automóviles deben pagar el impuesto, de los que 300 mil son propiedad de alguna empresa y no de particulares.

Y para quienes pretextan que eso incentiva a que la gente use carros viejos que contaminan más, es por eso que se propone la verificación vehicular obligatoria.

El propio alcalde panista Mauricio Fernández, quien gobierna el municipio más rico de la entidad, San Pedro, apoya la tenencia porque sólo afecta a los más ricos y beneficia a los más pobres.

Tal vez es por eso que quienes suelen gritar “revoltosos” y “pónganse a jalar” a las feministas, el colectivo LGBT, los ambientalistas y cualquier persona que marcha por la justicia y la redistribución, sean quienes ahora causan disrupción pública e incluso llaman a la “desobediencia civil”.

Estos argumentos no resultan convincentes para quienes creen que el cobro de la tenencia es la mayor causa de nuestros males.

Por desgracia, tampoco son persuasivos los datos que muestran que la ciudad se acaba poco a poco por culpa de la obsesión con el automóvil.

El parque vehicular de la zona de la metropolitana es de casi 2 millones, y en los próximos 5 años incrementaría en 500 mil, reporta El Norte.

Esto situaba a la entidad, en el 2015, como el tercer lugar a nivel nacional en registro de vehículos y el líder en accidentes viales.

En el 2012, Monterrey era la ciudad latinoamericana con la mayor tasa de vehículos: uno por cada habitante.

Los regios sufrieron mala calidad del aire en 75 por ciento de los días del 2016, según reportes de la Secretaría de Desarrollo Sustentable.

Y si uno no cree en las cifras oficiales, basta con mirar a través de la ventana de un edificio para ver la capa café de polución que envuelve al cielo.

¿Que la tenencia sale cara? El costo de la contaminación ambiental en México es de casi 533 mil millones de pesos, reportó El Financiero con datos del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA).

Además, el presidente del Health Effects Institute (HEI) indicó al diario que en 2010 hubo 20 mil 500 muertes prematuras por contaminación.

Algo hacemos mal como ciudad cuando nos molesta más que nos cobren más por los carros que tenemos en la cochera que por el veneno que respiramos día a día.

 

 

 

 

 

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